Descubriendo el mito


Uncharted 1: el tesoro de Drake

Esta saga da para una-charla-TED

Si sigues con cierto interés la industria de los videojuegos, resulta difícil no saber nada de Uncharted, algunas ideas como: su clara apuesta por la acción y la aventura, abundantes secciones de tiroteos con coberturas, heredero de Lara Coft (Tomb Raider) y con cierta esencia de Indiana Jones, además de suficiente espacio para narrar una historia. Eso y que con el paso del tiempo la figura de Nathan Drake ganó tanta popularidad que, sin duda, puede considerarse una de las principales figuras de Sony.

Debo reconocer que esta primera entrega de las aventuras de Nate cumplió con todo lo que esperaba… y más. Es cierto que, incluso con el lavado de cara de Bluepoint, se nota el paso de los años. No es un juego que en 2020 invite a pararse para contemplar el paisaje, pero no cuesta retrotraerse a su época y suponer lo maravilloso que fue su apartado gráfico en su día. Y ese es quizá uno de los pocos apartados en los que cojea, más allá de los enemigos esponja (personajes que reciben balas como si nada y requieren demasiadas balas hasta caer al suelo). Las sombras escasean, vayamos con las luces.

No sería fácil hacer un videojuego como Uncharted hoy, al menos eso opina su creadora. No le falta razón a Amy Henning, los títulos de un solo jugador con una duración breve (unas ocho horas) encajan en proyectos de corte más humilde, pero para un triple A, se antoja complicado. Y es una pena, porque si algo demuestra esta primera de la entrega es que no hace falta estirar sin sentido una historia. La contenida aventura de Nate brilla por su buen manejo del ritmo, algo bastante complejo teniendo en cuenta que depende en gran medida de la habilidad del jugador.

Los primeros compases  nos sitúan en medio de un tiroteo sin escapatoria, un breve tutorial de acción. Después de un par de cinemáticas, gozaremos de unos minutos por la jungla para aprender a movernos. Nate se pasa mucho tiempo parapetado contra una pared para evitar las balas, pero no es nada en comparación con el que dedica a estar colgado de un saliente, trepando por una pared rocosa o realizando saltos al límite. La verticalidad es clave, aunque a menor escala que en futuras entregas como ya veremos.

También incluye ciertos puzles de fácil resolución. Quizá los más complejos supongan algunos minutos más, pero solo si no conseguimos descifrar con éxito los apuntes de la libreta de Nate. No es la mecánica principal y no tiene más espacio del necesario. Sí es conveniente aprender a manejarse en los tiroteos, tan habituales como multitudinarios. La variedad de armas es más que suficiente, no así los tipos de fuegos cruzados que tienen lugar. La parte más entretenida, en mi modesta opinión, llega cuando enfundas la pistola y comienzas a trepar por cualquier superficie que te lo permita.

La variedad de escenarios es un punto a favor, no obstante, la similitud cromática convierte el recuerdo en una mezcla extraña en la que solo sobresalen como un macroconcepto en forma de “jungla” y “fortaleza”. Lo cierto es que son varias junglas y varias fortalezas, pero en distintos lugares, con distintos objetivos y distintos recorridos… pero en esencia vas de la jungla a la fortaleza y de la fortaleza a la jungla. El primer gran cambio llega cuando descubres los pasadizos secretos que nadie en siglos ha logrado recorrer… para encontrarte después con multitud de enemigos. Tiene sentido dramático, aunque pone contra las cuerdas tu suspensión de la incredulidad.

Y sí, aquí es donde entra el componente fantástico. ¿Qué suele ocurrir cuando el objetivo es un tesoro antiquísimo? Pues que hay una maldición involucrada. Esto sirve para ofrecer una sección de auténtico terror (quizá exagere un poco), con Nate armado con la clásica MP40 nazi (sí, también los nazis persiguieron este tesoro) por pasillos en penumbra y extrañas criaturas esperando al acecho. Estos seres aportan una tensión muy útil, una sensación potente. Toda la amenaza y el halo intimidante de estos monstruos se viene abajo en su última aparición, cuando Sully (compañero de aventuras de Nathan) le pregunta por ellas y Drake responde: “los españoles”. Tuve que parar el juego debido a la risa que me provocó la situación. 

A excepción de pequeños fallos, tramos no tan pulidos como las secciones a través del río o la poca entidad del villano final, el juego es uno de esos títulos que hay que probar sí o sí. Tiene una historia entretenida, una mezcolanza de mecánicas medida al detalle, suficientes tesoros que encontrar como para invitarte a una segunda partida y suficientes momentos memorables como para querer saber más de Nathan Drake y, por qué no, Elena y Sully.  Uncharted fue un juegazo en su día y resulta muy disfrutable ahora, aunque se le note el paso del tiempo. Por suerte, Naughty Dog continuó la saga. Todo lo que en la primera entrega ofrece dudas, se convirtió en certezas en su secuela: Uncharted 2: among thieves.

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